Rapa Nui es en su totalidad de origen volcánico, y empezó a brotar desde el fondo del océano hace aproximadamente 3 millones de años, manteniendo intermitentemente su actividad volcánica hasta hace 2 mil a 3 mil años atrás, fecha de la ultima erupción calculada.
La isla es un triángulo de tierra formada por las laderas encontradas de tres volcanes: el Ranu Raraku, el Rano Aroi y el volcán Rano Kau, Porque a pesar de su pequeñez y lejanía, en ese milagro del mar floreció y se desarrolló una cultura de alta complejidad que aún hoy día provoca asombro en los círculos científicos internacionales, que están de acuerdo en admitir que la Isla de Pascua es el más rico y complejo museo al aire libre que existe en Polinesia.
Constituye también el ejemplo mejor ilustrado de una cultura que se ha desarrollado al margen del resto del mundo, careciendo prácticamente por completo del aporte de ideas nuevas, que tanta importancia ha tenido en la historia de todas las naciones conocidas.
Hoy día se cree que los primeros pobladores fueron grupos de navegantes extraviados que llegaron hasta el ombligo del mundo y fueron incapaces de regresar a sus lugares de origen. La principal razón para afirmar esto es que no se conoce ningún poblado, ni polinesio ni americano, capaz de navegar precisa y sistemáticamente entre Rapa Nui y otras tierras, de manera tal que la única posibilidad son las llegadas fortuitas de navegantes que se convirtieron en realidad en prisioneros de la tierra que los había salvado.
Estos primeros colonos involuntarios debieron adaptar sus valores culturales y su manera de vivir a un medio radicalmente diferente que ayudó a gestar en la isla un proceso que reproducía a escala reducida todas las diversas etapas a través de las cuales el hombre pobló progresivamente el planeta. Todos los antecedentes con que contamos hacen pensar que la historia de la isla podría constituir una lección a nivel planetario, en el sentido de que una sociedad humana agotó los recursos naturales, rompió el delicado equilibrio ecológico del cual el hombre es también parte y estuvo en trance de desaparecer, debido a que la superpoblación finalmente sobrepasó las posibilidad de cubrir su alimentación.
Los moais no eran divinidades sino algo así como retratos de personajes o familias importantes. Estas figuras enormes de piedra, algunas de más de 90 toneladas de peso, tenían una extraña y descomunal fuerza energética.
Todas fueron talladas en la ladera del volcán Rano Raraku, sin más instrumentos que trozos de piedra de oxidiana, puesto que sus autores desconocían el metal. Su fabricación requería miles de horas-hombre y su traslado es tan incomprensible como la técnica de construcción de las pirámides de Egipto, con la diferencia de que en el caso de la isla de Pascua nunca hubo millares de esclavos dedicados exclusivamente a hacer moais, ya que su población nunca pasó de los 5 mil habitantes.
Por eso a pesar de todas las investigaciones que se han hecho, todavía no se sabe cómo los isleños bajaban esas moles de piedra desde las alturas del volcán, y cómo las trasladaban por toda la isla y cómo las ponían de pie. Y encima le colocaban un sombrero de piedra que pesaba otras varias toneladas.
Fuente: Waldemar Verdugo
La isla es un triángulo de tierra formada por las laderas encontradas de tres volcanes: el Ranu Raraku, el Rano Aroi y el volcán Rano Kau, Porque a pesar de su pequeñez y lejanía, en ese milagro del mar floreció y se desarrolló una cultura de alta complejidad que aún hoy día provoca asombro en los círculos científicos internacionales, que están de acuerdo en admitir que la Isla de Pascua es el más rico y complejo museo al aire libre que existe en Polinesia.
Constituye también el ejemplo mejor ilustrado de una cultura que se ha desarrollado al margen del resto del mundo, careciendo prácticamente por completo del aporte de ideas nuevas, que tanta importancia ha tenido en la historia de todas las naciones conocidas.
Hoy día se cree que los primeros pobladores fueron grupos de navegantes extraviados que llegaron hasta el ombligo del mundo y fueron incapaces de regresar a sus lugares de origen. La principal razón para afirmar esto es que no se conoce ningún poblado, ni polinesio ni americano, capaz de navegar precisa y sistemáticamente entre Rapa Nui y otras tierras, de manera tal que la única posibilidad son las llegadas fortuitas de navegantes que se convirtieron en realidad en prisioneros de la tierra que los había salvado.
Estos primeros colonos involuntarios debieron adaptar sus valores culturales y su manera de vivir a un medio radicalmente diferente que ayudó a gestar en la isla un proceso que reproducía a escala reducida todas las diversas etapas a través de las cuales el hombre pobló progresivamente el planeta. Todos los antecedentes con que contamos hacen pensar que la historia de la isla podría constituir una lección a nivel planetario, en el sentido de que una sociedad humana agotó los recursos naturales, rompió el delicado equilibrio ecológico del cual el hombre es también parte y estuvo en trance de desaparecer, debido a que la superpoblación finalmente sobrepasó las posibilidad de cubrir su alimentación.
Los moais no eran divinidades sino algo así como retratos de personajes o familias importantes. Estas figuras enormes de piedra, algunas de más de 90 toneladas de peso, tenían una extraña y descomunal fuerza energética.
Todas fueron talladas en la ladera del volcán Rano Raraku, sin más instrumentos que trozos de piedra de oxidiana, puesto que sus autores desconocían el metal. Su fabricación requería miles de horas-hombre y su traslado es tan incomprensible como la técnica de construcción de las pirámides de Egipto, con la diferencia de que en el caso de la isla de Pascua nunca hubo millares de esclavos dedicados exclusivamente a hacer moais, ya que su población nunca pasó de los 5 mil habitantes.
Por eso a pesar de todas las investigaciones que se han hecho, todavía no se sabe cómo los isleños bajaban esas moles de piedra desde las alturas del volcán, y cómo las trasladaban por toda la isla y cómo las ponían de pie. Y encima le colocaban un sombrero de piedra que pesaba otras varias toneladas.
Fuente: Waldemar Verdugo
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